Comentario del libro “La Guitarra Tropical Chilena” de Gonzalo Cordero Riquelme

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El martes 26 de noviembre se lanzó el libro “La guitarra tropical chilena” del músico viñamarino Gonzalo Cordero Riquelme, publicado por Ediciones Universitarias de Valparaíso. Este libro es resultado de una investigación que contó con el apoyo del Fondo de Fomento de la Música Nacional en su convocatoria 2013.

Su atractiva y colorida portada, con una imagen que evoca a Los Vikings 5 navegando por el puerto de Coquimbo, creada por el artista Roberto Gil Esteban, invita a sumergirse en una lectura que incluye viajes, relatos, sonidos y, sobre todo, mucha música.

la guitarra tropical

Portada libro.

Aunque parezca una obviedad, me parece importante explicitar que publicar un libro no es tarea fácil, por lo que por este solo hecho ya es un gran mérito de Gonzalo Cordero. Y un libro sobre cumbia, no sólo no es un mérito sino que sobre todo es un aporte crucial a la historia de la música popular de nuestro país.

A pesar de que ya hace más de 50 años que tenemos cumbia en Chile, hace muy poco tiempo hemos comenzado a aceptarla sin tantos prejuicios, tomándola un poco más en serio. Como bien se señala en la introducción de este libro, hay una ausencia de material académico escrito sobre la cumbia en Chile. Las razones pueden ser muchas.

Como llevo un tiempo investigando sobre cumbia chilena junto al Colectivo Tiesos Pero Cumbiancheros, creo fuertemente que una razón crucial en esta ausencia es la consideración generalizada de que la cumbia es, por un lado, una música asociada a los sectores populares, y por otro, una música demasiado simple como para ser estudiada con seriedad. Creo que justamente esas dos características son las que la hacen ser un género musical muy arraigado en nuestra cotidianidad, parte fundamental de nuestras celebraciones y festividades, y por lo tanto, es necesario conocerla, estudiarla, interpretarla y también gozarla, sin ninguna culpa.  Como bien dice el autor en su libro:

“Es que este ritmo ha tenido que luchar y vencer el prejuicio. En épocas previas existía la facilidad, por parte del público en general, de asignarlo a algo sin importancia, sin valor, que se tradujo en el arrepentimiento común vivido al día siguiente de cada celebración, ya sea por las copas demás, o bien porque simplemente se comentaba ‘¡Qué estuvo buena la fiesta, hasta bailamos cumbia!’ (Joe Vasconcellos)”  (p. 18).

Este libro hace un aporte importante, en varios sentidos. Por un lado, busca romper con este prejuicio asociado históricamente a la cumbia en Chile. No sólo plantea que es válido investigar esta música sino que además resulta importante plasmarla por escrito, dejando registro de la ejecución de uno de sus exponentes principales (el guitarrista Eduardo Macuada) y ofrecer un método práctico para la ejecución instrumental.

Otro de los aportes centrales de este libro es que su análisis no es puramente musical, en el sentido de sólo quedarse en la partitura, sino que éste se contextualiza y se construye a partir del testimonio de sus propios cultores, en diálogo con el autor.

Por eso el libro se divide en dos grandes secciones: por un lado, un contexto y un relato sobre la cumbia porteña, y por otro, un análisis y explicación del estilo a partir de ejemplos musicales concretos. Me parece fundamental que el libro se haya hecho de esta manera, ya que la parte musical sin el contexto no se explica de manera completa. Es importante que el lector sepa y entienda por qué tal técnica musical tiene tal nombre, o por qué es importante tal efecto de sonido en la guitarra eléctrica en la cumbia porteña.

El contexto se escribe en diálogo con los cultores de este estilo, principalmente con Eduardo Macuada y Los Vikings 5, utilizando los mismos conceptos que ellos usan para describir las técnicas musicales que desarrollan. Esto da cuenta del respeto que tiene el autor de este libro por sus entrevistados, valorando especialmente sus modos de entender y codificar su práctica musical.

Con esto, hace también un aporte a romper el prejuicio sobre los músicos autodidactas, dándole un valor significativo a este trabajo, mostrando respeto y admiración hacia  los intérpretes de música popular bailable. No se trata de hacer un estudio ‘sobre’ sino que ‘en conjunto’ con los cultores, valorando el carácter autodidacta del género y la tradición de traspaso de información oral entre sus cultores.

El libro ofrece una definición y una descripción de un estilo, al que llama “cumbia porteña”. No sólo escoge un nombre que, si bien podría ser discutido o tal vez mejorable, sino que también recoge y destaca un elemento central para el desarrollo de este estilo, que es la figura del puerto.

El puerto de Coquimbo se constituyó en eje importante de la música popular chilena, especialmente de la música ‘tropical’ y la cumbia, tanto por su ubicación geográfica, puente entre las músicas venidas de Perú y Argentina, la música andina, el rock y las músicas tropicales que llegaron por el puerto desde los años cincuenta.

Con esto, el libro aporta a descentralizar la historia de la música popular en Chile, escribiendo desde una ciudad diferente a Santiago, y dando cuenta del desarrollo musical que ocurría fuera de la gran capital chilena:

“En esta época, Santiago concentró gran parte de la industria musical y de entretenimiento. No obstante, ciudades portuarias del país fueron fecundas para el desarrollo de ritmos extranjeros como el vals peruano, foxtrot, tango, etc. Este cultivo  musical fue posible gracias al gran flujo de visitantes, producto de la actividad portuaria de ciudades como Valparaíso y Coquimbo. Los músicos populares ‘de puerto’ desarrollaron un amplio repertorio para entretener, a través del espectáculo nocturno, a tripulantes y visitantes” (pp. 10-11).

Eduardo Macuada acompañado por el autor del libro y otros músicos el día del lanzamiento. Foto: Gonzalo Cordero.

Eduardo Macuada acompañado por el autor del libro y otros músicos el día del lanzamiento. Foto: Iván Ossandón.

Este libro da cuenta del rol histórico que ha tenido el puerto de Coquimbo, como espacio de confluencia de distintas músicas, de espacios de diversión y encuentro con lo festivo, cuna de desarrollo de un estilo de cumbia particular. El estilo de la ‘cumbia porteña’ es descrito y analizado en detalle a lo largo del libro. Se desglosa en distintas capas o niveles sonoros:

En un primer nivel, se hace una descripción del sonido, basado principalmente en los efectos de la guitarra eléctrica, dados específicamente por la cámara de eco, que en el libro se define como un “aparato electrónico que funciona con una cinta magnética grabadora que repite la señal, generando un efecto de sonido espacioso y dilatado” (p. 12). Aquí aparece la influencia de músicos como Ricardo Pérez, de Los Fénix, que inspiraron tanto el nombre de este libro como el desarrollo musical de Guillermo Montero y Eduardo Macuada, los guitarristas de Los Vikings 5.

Además, en el libro se destaca la importancia de elementos que hacen sonar la guitarra: los amplificadores, la cámara de eco, las cápsulas. No sólo describe los elementos técnicos y físicos que producen este sonido, sino que también habla de las personas que fueron centrales en su desarrollo, como Eric Vargas y Tomás Costa, quienes fabricaron equipos de audio para que los Vikings 5 pudieran sonar como suenan.

En un segundo nivel, se describe el estilo desarrollado por Los Vikings 5, donde cada uno de sus integrantes hizo un aporte fundamental, logrando interpretar una ‘cumbia a la coquimbana’. Este estilo, es de gran importancia, no sólo porque se ha mantenido vigente por ya 44 años, sino también porque es la cumbia chilena de segunda generación, que surge en el puerto de Coquimbo unos pocos años después de la cumbia de sonora, cultivada principalmente en Santiago por La Sonora Palacios.

La ‘cumbia porteña’ se caracteriza por una adaptación del ritmo de la cumbia, más acelerado y enérgico: como la llaman los propios Vikings 5, una cumbia “a trote ‘e chancho” (p. 24).

En un tercer nivel, se hace un análisis y un desglose del estilo de la guitarra de la ‘cumbia porteña’, también llamada “la guitarra filuíta” (p. 19): se describen adornos, articulaciones y tumbaos. Se detallan los modos de tocar las melodías, los arpegios y el desafío de lograr el equilibrio entre funcionar tanto como un instrumento solista (a través de los punteos) como acompañante (con los diferentes tumbaos, los diferentes modos de rellenar).

Gonzalo Cordero y Eduardo Macuada el día del lanzamiento del libro. Foto: Gonzalo Cordero

Gonzalo Cordero y Eduardo Macuada el día del lanzamiento del libro. Foto: Iván Ossandón

Hay una tercera parte de este libro, que si bien, es transversal a todo el texto, me parece importante destacar. Corresponde al elemento pedagógico, a la transmisión de conocimientos sobre los modos de tocar la guitarra eléctrica en la ‘cumbia porteña’. No se trata de hacer un manual de cómo tocar la ‘cumbia porteña’, sino que más bien, analizar y reflexionar en torno a este estilo, y plasmar en el papel sus particularidades, con el fin de visibilizar y valorizar al estilo y especialmente a los músicos que lo cultivan.

Luego de diversas explicaciones y detalles sobre cómo ejecutar la guitarra tropical chilena, el libro ofrece 21 canciones popularizadas por Los Vikings 5, con el fin de exponer una variedad de aspectos musicales ejercitables en guitarra eléctrica. El autor hace recomendaciones como las siguientes:

Ya que la notación musical occidental no basta para dar cuenta del lenguaje de este estilo, es imprescindible que el lector complemente la lectura con la audición de registros sonoros, para así alcanzar la simpleza y el sabor del estilo.

Por ejemplo, para ejecutar el llamado ‘Tumbao Varela’ se especifica que las semicorcheas “se deben interpretar con imperfección, es decir, con una cierta flexibilidad rítmica que otorgará ‘sabrosura’ a la interpretación” (p. 44).

Respecto a los diferentes tumbaos que se presentan y detallan en el libro, se plantea que: “el criterio de uso de los tumbaos siempre debe basarse en la simpleza musical, que se gana sólo a través de la práctica. Si bien requieren de agilidad técnica, no olvidar que el objetivo de éstos es de acompañar, para así generar un ambiente musical fluído” (p. 47).

Se hace también la descripción de la segunda guitarra, la cual se ensambla con las percusiones y el bajo. Se especifica que “si bien, cumple un rol secundario, es de suma importancia el acompañamiento. Si no existiera, el ritmo tendría un ‘vacío’ armónico y rítmico. No siempre lo que resalta más en un estilo es lo fundamental o lo más difícil de ejecutar. Un buen segundo guitarrista es quien, además de manejar técnica para interpretar, posee gran conciencia su labor en el grupo u orquesta” (p. 49).

Esta última idea me parece fundamental extenderla para cada uno de los músicos e instrumentistas de la música popular. No siempre quien más destaca a primera vista, o a primera oída, es quien da el sabor particular al estilo. La historia de la música popular chilena está llena de músicos invisibilizados, que no gozan del reconocimiento público, pero que son quienes crean, cultivan, desarrollan un estilo, y dan vida al encuentro del público, a las celebraciones y festividades a lo largo de todo el territorio nacional.

Por eso el trabajo de reconocimiento que hace Gonzalo Cordero con este libro sobre la trayectoria de Eduardo Macuada es fundamental. Escribo esta reseña no sólo para festejar el lanzamiento de este maravilloso libro, sino que sobre todo, para aplaudir y reconocer el trabajo de Eduardo Macuada como cultor fundamental de la guitarra tropical chilena.

Esta reseña fue escrita por Eileen Karmy, parte de la Colectiva Tiesos pero Cumbiancheros desde 2010 hasta 2015, y fue publicada en El Ciudadano versión on line el 4 de diciembre de 2013: Link